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domingo, 16 de diciembre de 2018

La manipulación de las masas.

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Las técnicas de control de la población han evolucionado, pero no son muy distintas a las empleadas por antiguos regímenes fascistas o comunistas.


Los grupos políticos, religiosos o económicos tienen entre sus objetivos el control de la masa, que es más fácil que el control del individuo. La manipulación comienza por una relación emocional, un estado en el que parece que se comparten ideas políticas, religiosas o instrumentales, intereses culturales, económicos, lúdicos o sociales. En la relación de manipulación existe una parte activa, el manipulador, y otra pasiva, el destinatario objeto de la manipulación, la masa. Pero es indispensable un tercer elemento, que es el medio. No todos los ambientes son propicios para ejercer la manipulación y lograr los objetivos propuestos, por lo que la psicología de masas tiene en consideración que el individuo es de naturaleza social, que tiene tendencia a reproducir las acciones del resto del grupo y es débil ante una idea o situación dominante.

Fue el psicólogo alemán Kurt Lewin en 1930, a quien se considera fundador de la psicología social, el que subrayó la importancia de la sociedad a la que pertenece el individuo. Como describió el antropólogo, sociólogo y psicólogo social francés Gustave Le Bon, en medio del grupo "el Yo es sustituido por el Nosotros". Sigmund Freud con su obra Psicología de las masas y análisis del yo realizó la mayor aportación científica de su tiempo para comprender el comportamiento del individuo en la masa. El filósofo y sociólogo Herbert Marcuse subrayó la importancia de los medios como máquina fundamental para la manipulación, subrayando que "la función básica de los medios es desarrollar falsas necesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones que convierten al individuo en esclavo del consumo y la pasividad política". Por lo tanto, el consumidor puede ser el objetivo de la manipulación mediante la publicidad y la propaganda.

El manipulador tiene que tener un gran conocimiento de la psicología humana y sabe que el individuo actúa motivado por el honor, el provecho o el derecho. El ser humano tiene un ego que se ve resarcido por un nombramiento, una condecoración o un título o diploma y su actuación está condicionada por ello. Pero también el individuo está impulsado en sus acciones por el logro material, por la obtención de un privilegio, una concesión o un beneficio económico que, muchas veces, genera deseos ilimitados. Finalmente, el derecho puede otorgar al individuo un poder que solamente se alcanza mediante una estructura legal, ya sea de una asociación deportiva, cultural o política. Es esta última la que confiere al individuo un estatus de supremacía sobre la masa, ya que le permite establecer sus propias reglas para ejercer el poder. Por lo tanto, el individuo como componente de la masa es manipulable más fácilmente, pues pierde su propia personalidad y se confunde con el número, y ahí el manipulador ejerce su influencia con más fuerza.

Los medios de comunicación han facilitado la tarea del manipulador, pues ya no precisa un contacto directo, sino que genera un mensaje a una multitud de individuos que comparten un espacio que puede introducirse en sus propios hogares propiciando la captación de la voluntad de unidades familiares completas, ya sea a través de la radio, la televisión y, cada vez menos, la prensa escrita. Sin embargo, un nuevo aliado del manipulador ha surgido con las nuevas tecnologías y las redes sociales, pues le permiten individualizar al destinatario y aislarse de la eventual discrepancia en un entorno más amplio. La difusión de noticias falsas no es nueva ya que siempre han existido los rumores; lo que ha cambiado es la proliferación masiva, es decir, su transformación en virus por medio de las modernas tecnologías a través de internet y sus más diversas herramientas. Noam Chomsky decía en 1993 que "en un estado totalitario no importa lo que la gente piensa, puesto que el Gobierno puede controlarla por la fuerza de las porras. Pero cuando no se puede controlar a la gente por la fuerza, se tiene que controlar lo que la gente piensa, y el medio típico es mediante la propaganda…" A Chomsky se le atribuye el decálogo de estrategias de la manipulación mediática, cuyo autor es el francés Sylvain Timsit, y que fue publicado en 2002 con el título Estrategias de la manipulación, con un subtítulo elocuente: "las estrategias y las técnicas de los dirigentes del Mundo para la manipulación de la opinión pública y de la sociedad…"

Los estudiantes recordarán las prácticas de control de las aulas por reducidos grupos de individuos que mediante una estrategia espacial lograban un efecto multiplicador. También sucedía lo mismo en las concentraciones de grupos políticos o sindicales donde una ligera disidencia era inmediatamente aplastada de forma "democráticamente mayoritaria". ¡No puede haber tanta gente equivocada, por lo tanto el que yerra es el que discrepa! La táctica del policía bueno y el policía malo ha sido empleada en multitud de situaciones de toda índole, donde la confianza se gana mediante el ardid del buen samaritano, el amigo dispuesto a hacer favores frente al halcón que pretende causar un daño a la víctima. El manipulador transmite una imagen falsa de la realidad y, especialmente el político, justificará el incumplimiento de sus promesas por circunstancias que no son imputables a él.


En la relación de manipulación existe, pues, un mensaje que la mayoría de las veces el manipulador transmite a la masa para que lo asuma como propio. Es frecuente ver en los programas de televisión cómo muchos invitados a las tertulias carecen de criterio propio, y si lo tenían, lo dejaron a la puerta del estudio. Así, un individuo que tenía un reconocimiento social, lo pierde al formar parte de la masa que le coarta. Igualmente, la convocatoria de premios literarios o culturales obedece al interés de una editorial para que se escriba un libro por encargo o se organice un evento musical con determinados artistas para que pueda en uno y otro caso dar a conocer su obra genial, que no es otra cosa que el resultado de la manipulación tras la anulación del manipulado que transmite un mensaje, que no es suyo, a la masa debido a su popularidad. Políticos, académicos, comunicadores mediáticos, funcionarios, militares, científicos, etc. están incluidos en el grupo que con dádivas se convierten en un eslabón fundamental para la manipulación ideológica. Y, entre otras muchas herramientas para la manipulación, están las encuestas de opinión que, falseadas, influyen en la masa.

A los controles de la prensa, la radio, la televisión hay que añadir los que ejercen, pues, las editoriales, casi siempre en manos de grupos oligopolísticos. Más aun, ese control se ejerce mediante el sistema de evaluators o revisores de artículos para revistas científicas y académicas de universidades o instituciones que no aceptan obras con opiniones propias y eliminan las críticas a determinados estamentos. Las técnicas del control de masas han evolucionado, pero no son muy distintas a las empleadas por antiguos regímenes fascistas o comunistas para la manipulación de los individuos masificados haciendo ver al disidente que él es la minoría en un entorno estratégicamente controlado por los elementos manipuladores. La libertad del individuo y el futuro de la sociedad es lo que está en juego y, con ello, la viabilidad de la propia democracia. El individuo no puede ser sometido a experimentos que limiten la independencia de sus actos ya que los resultados pueden ser letales. Recordemos la película The Experiment, del director estadounidense Paul Scheuring, que es un remake de la película dirigida en 2001 por el alemán Oliver Hirschbiegel en la que se comprueba con horror que el dinero compra comportamientos de individuos para actuar en situaciones que no controlan, como sucedió en el experimento real en la prisión de Stanford en 1971. La libertad tiene un precio, pero para ciertos individuos puede ser muy alto.
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Carlos Puente es conferenciante y analista político-económico y miembro de la Junta Directiva de FACUA.

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