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martes, 23 de abril de 2019
lunes, 25 de marzo de 2019
Día 23 de abril 2019. Día Internacional del Libro. Propuesta para Prado del Rey.
Desde PODEMOS-PRADO DEL REY queremos hacer público el siguiente comunicado:
Con ocasión de celebrarse el próximo día 23 de abril 2019, el Día Internacional del Libro, hacemos un llamamiento para que desde el Ayuntamiento de nuestro pueblo se hagan las gestiones oportunas para que este año este día se celebre en Prado del Rey con la importancia que merece, especialmente atendiendo a la historia de nuestra localidad con relación a la difusión de la cultura, con aportaciones tan importantes como fue la Sociedad pro-Biblioteca Pública o la existencia durante su histroia de distintos periódicos.
Desde nuestra organización ya expusimos públicamente que una vez llegados al ayuntamiento propondremos que se celebre el Día de Prado del Rey, en recuerdo de cuantos han contribuido a la fundación de nuestro pueblo, el primer domingo de primavera.
Por otra parte nuestro compromiso incluye que en los próximos días del libro, en torno al 23 de abril de cada año, se organizarán distintas actividades en torno al mismo, incluidas la presencia de distintos escritores; actividades divulgativas de la lectura en los distintos colegios e instituto; talleres de lectura para personas mayores, especialmente contando con las personas que están en la Escuela Permanente de Adultos; etc... todo ello concluyendo con una Feria del Libro en la que estén presentes las librerías de la Sierra de Cádiz e incluso de la provincia; con la suficiente divulgación en la comarca y provincia.
lunes, 11 de marzo de 2019
LIBRO RECOMENDADO: Revolución feminista y políticas de lo común frente a la extrema derecha .
El feminismo y la política de lo común es hoy el mejor antídoto que tenemos frente a la extrema derecha. Fruto de las contradicciones del neoliberalismo globalizador y de la connivencia de partidos conservadores, socialdemócratas y socioliberales con la mundialización financiera y el capital especulativo, la extrema derecha se ha presentado como una resistencia de fácil acceso contra los desmanes de las oligarquías políticas y las élites económicas.
No hay duda de que hay quien ha sabido aprovechar la fuerza de estos vientos para vehicular la rabia y el resentimiento, pero también hay quien ha sabido canalizarla hacia una contestación de signo diferente. La misma conciencia de la vulnerabilidad y la dependencia que ha dado lugar a la extrema derecha, ha encontrado en el feminismo un tejido bien trabado que ha puesto en contraste la política de los muros y la política de los cuerpos.
Si la extrema derecha apela a un imaginario de lo común en clave reaccionaria, la filosofía relacional de este feminismo lo reivindica poniendo en valor la revolución de los cuidados y de los afectos.
miércoles, 23 de enero de 2019
Naomi Klein: “El gran triunfo del neoliberalismo ha sido convencernos de que no hay alternativa”
En Decir no, no basta, la investigadora analiza los caminos que precipitaron la elección de Donald Trump y propone alternativas para resistir y crear el futuro donde queremos vivir.
Con cada catástrofe se fortalecen las grandes empresas y se empobrece la democracia. Con cada terremoto, maremoto, megaincendio, guerra, ataque terrorista o golpe de Estado, se utiliza sistemáticamente la desorientación de los ciudadanos para imponer leyes que empeorarán sus derechos. Es lo que Naomi Klein (1970) denominó La doctrina del shock en 2007, un libro indispensable que abarca 40 años de historia -desde Pinochet hasta la caída de la URSS, los primeros días de la invasión a Irak y el huracán Katrina. El libro la catapultó a la fama y hoy es un referente humanista y voz crítica al cambio climático, firma habitual en The New York Times, The Guardian, Le Monde, The New Yorker o London Review of Books.
Se acaba de publicar en español su último libro Decir No, no basta, donde explica “la situación de supermarca en la que se ha convertido Trump hasta ocupar uno de los centros de poder más grandes del mundo, llenando su gobierno con negacionistas del cambio climático que nos sumen en esta situación de crisis permanente para ocultar los intereses de las multinacionales”.
No en vano el libro se lanzó en Barcelona. Su agenda aquí ha incluido un encuentro con la prensa, una charla con la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, y una reunión con Yanis Varoufakis, quien la ha fichado como asesora del DiEM25, el movimiento paneuropeo y transfronterizo que reúne a activistas, políticos y otras figuras como Brian Eno, Slavoj Zizek o Noam Chomsky.
Vivimos tiempos urgentes e inciertos, y para Klein el presidente de EEUU es arte distópico convertido en realidad. “Hemos de entender a Trump como una advertencia para todas las sociedades, como una cultura que celebra la riqueza por encima de todas las cosas, abriendo el gobierno a las corporaciones, privatizando la esfera pública, expandiendo la impunidad para los ricos. Se puede ver en la reciente publicación de los Paradise papers o encarnado en el poderoso Harvey Weinstein, que ejerció el poder sobre las mujeres y que con sus propios espías estaba encima de la ley. ¡Vemos tantos ejemplos de la impunidad de la riqueza en nuestra sociedad! Trump es un síntoma de la crisis pero no la crisis en sí”.
“Trump es otro tipo de Doctrina del Shock”, afirma. “Cuando se produce un shock es cuando aprovechan para introducir muchos cambios y esto es lo que se produjo tras la crisis financiera de 2008. Con Trump es el shock infinito, sin descanso, diseñado para distraer y poder aplicar cambios diarios. Su administración ha hecho un golpe de Estado corporativo. Era exactamente lo contrario de lo que dijo en su campaña, que era tan rico que no necesitaba el dinero de las corporaciones y que iba a hacer frente a Goldman Sacks y todos los lobbies. Prometió proteger el sistema de salud, traer de vuelta los trabajos sindicalizados y no hizo nada de eso. Este gobierno ha sido una mentira. Todas sus políticas han sido las de transferir dinero de la gente normal hacia los más ricos de los más ricos a través de un sistema tributario. Nada de esto es sorprendente”, asegura. En su opinión, lo perturbador es el rol de los medios, más entretenidos en sus tweets y sus “berrinches diarios” que interesados en investigar “todas sus traiciones económicas”.
La autora analiza el crecimiento de los supremacistas blancos, los movimientos etno fascistas, el alza de líderes extremadamente autoritarios y xenófobos como Marine Le Pen (Francia), Narendra Modi (India) o Rodrigo Duterte (Filipinas), y que mezclan el entretenimiento de masas con política. “Creo que tenemos que mirar a las condiciones económicas y las fuerzas dominantes que están produciendo estas crisis: un extremo abuso de poder en desmedro de los más pobres”.
Su libro aparece exactamente un año después de la elección de Trump, “un momento importante para pensar si hemos hecho lo suficiente para contrarrestar esas tendencias subterráneas contra él y sus símiles. Me temo que no. Aún vemos políticas de austeridad pública brutales en Europa que fortalecen a la extrema derecha. En EEUU aún no hay una visión, una idea alternativa a ese mundo de peligros de Trump. Se pone muy poca atención sobre cuál es la visión política que inspirará a la gente para votar por alguien distinto y demasiada energía en un posible impeachment”.
–A su juicio, ¿cómo hay que resistir?
-El concepto en solitario es limitado. Claramente que hay que resistir y manifestarse. Mi punto es que el movimiento de resistencia no es suficiente y no nos llevará a las causas reales que nos explicarán el auge de estas ideas, que tienen que ver con el fracaso de las ideas del neoliberalismo a la hora de dar respuesta a las expectativas de las personas. Necesitamos más resistencia pero también un movimiento que transforme desde una resistencia.
Para la periodista canadiense no se puede destinar energía exclusivamente a batallas defensivas. “El No nunca fue una opción. Para mí fue evidente con la crisis financiera de 2008. La resistencia fue muy fuerte y creativa. El movimiento de los indignados en España u Occupy Wall Street en EEUU, que se opusieron a las medidas de austeridad y dijeron ‘No queremos pagar por vuestra crisis’”, recuerda.
Aquellos movimientos no generaron cambios estructurales porque no crearon ninguna narrativa de futuro. “La crisis real era de imaginación. No vimos suficientemente claro eso. El proyecto neoliberal tuvo éxito. Su gran triunfo ha sido convencernos de que sin ellos no hay alternativa”, dice.
El título del libro viene de una discusión que sostuvo con Alexis Tsirpas justo antes de ser electo primer ministro griego, liderando el descontento ante un rescate financiero que hundiría el sistema social del país. “El me decía que con decir No era suficiente. Para mí lo que estaba muy claro era ser creativo para poder proponer soluciones y alternativas. Grecia es un buen ejemplo de los peligros que corremos si no proponemos alternativas y movilizamos a la gente”.
–¿Qué ejemplos positivos de cambio destaca?
-El debate que se ha abierto sobre la sanidad. Trump intentó revocar un programa y dejar a millones de americanos sin asistencia sanitaria, pero no pudo. Y ahora las olas de resistencia generadas buscan algo más: sanidad universal, pública y gratuita. Bernie Sanders impulsa esta alternativa y es el político más popular del país, con un proyecto respaldado por 20 senadores. Otra visión esperanzadora es la de Jeremy Corbin en el Reino Unido. En todas las encuestas salía perdedor, y sin embargo el partido Laborista obtuvo el mayor número de votos desde la Segunda Guerra Mundial. Durante la campaña elaboró un manifiesto con una visión muy osada del futuro que incluía una seguridad social gratuita, eliminar las matrículas de las universidades, una transición hacia energías limpias, nacionalizar el sector energético y el ferrocarril. Las personas vieron que ese programa cumplía con sus expectativas”.
Klein no quiere difundir un sentimiento de autocomplacencia del tipo “los americanos están locos y nosotros somos mejores”. “Europa no puede sentirse superior. Trump es tan personaje que los demás se ven como unos santos. Pero mira a Macron en Francia. Se presenta como la alternativa pero sus políticas fiscales son tan pro ricos como las de EEUU. Las políticas de Trump son indignantes, como querer construir un muro con México. No sabemos si lo hará finalmente. Pero actualmente Europa deja morir a miles de refugiados en el mar y permite que un gobierno represor (Turquía) intercepte a las personas y las encierre en campos de concentración para que no entren en Europa. Eso es peor que cualquier cosa que pueda estar haciendo Trump ahora mismo”.
SOBRE EL AUTOR:
Fuente: culto.latercera.com
domingo, 30 de diciembre de 2018
Un mapa para el mientras tanto
Pablo Simón da cuenta en ‘El príncipe moderno’, con una redacción clara y amena, de las principales fracturas del anterior orden político.
La policía vigila la manifestación convocada en Madrid bajo el lema 'Rodea el Congreso', el 25 de septiembre de 2012. BERNARDO PÉREZ
La información se multiplica a nuestro alrededor. Acumulamos pestañas abiertas en el móvil o el ordenador con artículos pendientes de leer. Recibimos probablemente más datos en un mes que nuestros antepasados durante toda una vida. Sin embargo, eso no nos proporciona mayores certezas ni más seguridad o confianza en el futuro, porque estamos atravesando una época de dislocación: desestructuración del sentido de las cosas, fragmentación social y de las preferencias, crisis de los referentes intelectuales y morales, colapso de las expectativas. Los actores, instituciones y creencias que nos explicaban el mundo, que lo hacían comprensible, manejable y previsible, ya no existen o atraviesan serias dificultades.
En este momento histórico necesitamos con urgencia asideros para pensar lo que le sucede a nuestras sociedades e imaginar salidas de la incertidumbre. Pablo Simón realiza en El príncipe moderno una sólida, cuidada y didáctica reivindicación de la ciencia política como herramienta para producir claridad en medio de la confusión. Simón postula el oficio de científico político —popularizado en nuestro país en los últimos años a raíz de las transformaciones políticas en marcha y sus nuevos actores— como un nuevo tipo de intelectual, comprometido no solo con el “deber ser”, sino, específicamente, con las condiciones realmente existentes para las negociaciones para la transición del “ser” al “deber ser”. Postula, por tanto, un saber provisional, pero que puede y debe ser riguroso, necesitado de un viaje constante de ida y vuelta entre la teoría y el contraste empírico. No puedo por menos que simpatizar con solidaridad gremial.
Lo que caracteriza a todo conocimiento que se pretende científico es el método, y el autor lo pone en práctica ofreciendo una suerte de “mapa para tiempos de grietas”, en el que da cuenta de las principales fracturas del anterior orden político y a partir de las cuales habrá que reorganizar el que está por llegar. Con un estilo inconfundiblemente anglosajón y una metodología muy propia de la política comparada, recorre la crisis de los Estados nación y su relación con la Unión Europea, los cambios en los sistemas de partidos y las dificultades de los mecanismos representativos, el desgaste de los Estados de bienestar y de la socialdemocracia como actor político, los patrones de voto y los nuevos clivajesque ordenan las lealtades, con especial peso de las cuestiones territoriales y las identidades nacionales. Simón es capaz de combinar un extenso conocimiento de casos y detalles concretos con una redacción clara, amena y con guiños incluso socarrones. Resulta en ese sentido un gran esfuerzo de traducción de la academia a la divulgación.
La pregunta es cómo construir algún tipo de voluntad general en medio de la dislocación, de unidad en medio de la turbulencia
El autor toma acertadamente como punto de partida en su reflexión sobre la política a Maquiavelo —otro italiano mucho más citado que leído— para afirmar que la política tiene una lógica propia que debe ser conocida. Reconoce que la política no es un epifenómeno ni expresión superestructural de fuerzas que la determinen, sino que es una actividad autónoma de atribución a los hechos sociales de un sentido que nunca está dado. Asume en consecuencia que la sociedad tiene un pluralismo irreductible, que no preexiste una suerte de “interés general” previo a la articulación de las preferencias. Pero ese “interés general” es una ficción necesaria para vivir en sociedad, un anclaje, siempre temporal y en disputa, para organizar la convivencia y producir orden. Por eso la política no es una actividad sólo de leer e interpretar lo que ya existe, sino principalmente de imaginar y articular voluntades a partir de la fragmentación y la pluralidad irreductible. Hoy, en esta época de dislocación, esa fragmentación se multiplica y es el dato primero e ineludible para quienes quieran pensar la reconstrucción de una sociedad rota, de un contrato social rasgado y sustituido por la ley del más fuerte.
La pregunta inmediata entonces, la más importante de nuestro tiempo, es cómo construir algún tipo de voluntad general en medio de la dislocación, de unidad en medio de la turbulencia y la fragmentación. No parece que esa “voluntad general” vaya a emanar por sí sola de ninguna pertenencia estadística u hoja de Excel —como Simón reconoce en el capítulo 5, titulado ‘No es solo la economía, estúpido’—, pero tampoco parece, pese a los paladines de la atomización, que haya alguna convivencia posible que no requiera valores, ilusiones y mitos compartidos que permitan fijar normas y hábitos que estabilicen la sociedad.
La ciencia política rigurosa es una herramienta imprescindible para entender la ruptura del lazo social, diagnosticar las líneas de fractura y apuntar soluciones para su suturación. Pero si el politólogo quiere ser intelectual del nuevo tiempo —como se apunta en el capítulo 4—, no debe olvidar la exigencia de otro célebre italiano, el mejor discípulo de Maquiavelo: la construcción de una voluntad colectiva es ante todo una “reforma intelectual y moral”, una pugna apasionada por que unos valores y afectos constituyan el pegamento social y el espíritu de un nuevo tiempo en el que el todo sea superador de la suma de las partes. La politología puede ser a los nuevos intelectuales como la bata a los médicos, los números a los economistas o el latín antiguamente a los curas: una armadura de distancia y autoridad. Pero la ciencia política es siempre un conocimiento aplicado, partisano. Siempre se piensa desde unos valores, desde un afecto científicamente indecidible, propio y que estimamos mejor. El contraste de estos, y no la quietud, es el motor de la libertad y el progreso social.
El príncipe moderno que apunta el autor, ese organizador colectivo y abridor de nuevos horizontes, que en las razones de su tiempo encuentre ya las posibilidades del nuevo y más justo, tiene que ser un animal anfibio con capacidad de moverse entre el rigor de la reflexión y la pasión del compromiso, entre la prudencia y el ardor de las convicciones, con firmes ideales y al mismo tiempo la responsabilidad pragmática de intentar realizarlos en un contexto nunca idóneo. Ese espacio de penumbra, a caballo entre dos lógicas, la de la verdad y el poder, la del conocimiento y la victoria, no es el más agradecido, es resbaladizo y arriesgado, pero es el único fértil para los tiempos turbulentos: pensar en el filo.
El reto de mi generación no es cambiar el color de los Gobiernos de nuestros países, es hacer que nuestros países vuelvan a serlo tras décadas de disolución neoliberal. Ese no es un reto que se le puede ni deba confiar a los partidos o a los poderes fácticos. Es un trabajo de agregación y seducción, de construcción de una comunidad que se dote de seguridades, reconstruya la confianza y mire junta al futuro. Es, antes que una empresa electoral o institucional, una obra cultural, antropológica. Para la que hace falta multiplicar los esfuerzos intelectuales para salir del desconcierto y sentar las bases de un ciclo optimista en el que la recuperación de antiguos derechos favorezca la conquista de otros nuevos, en una espiral de profundización democrática. El camino es siempre el “mientras tanto”. Y se camina sin duda con esa “ética de la responsabilidad” weberiana que el autor propone como norte de nuestras brújulas. En sus palabras: “No esperando que salga el sol”, sino encendiendo la luz, todos los interruptores, por imperfectos que sean, que estén al alcance de nuestras manos. Desde luego, la contribución de Pablo Simón a ese camino, a esas brújulas, no es menor.
El príncipe moderno. Pablo Simón. Debate, 2018. 272 páginas. 17,90 euros.
Enlace para ver:
https://elpais.com/cultura/2018/12/27/babelia/1545906044_538793.html?id_externo_rsoc=TW_CM
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